Fundamentación

El campo artístico se presenta como un entramado complejo de configuraciones en el que participan las disciplinas tradicionales y las nuevas expresiones que tensan y perforan sus fronteras y se vinculan dinámicamente en un proceso de referencialidad y resignificación continuo.

La formación de docentes en Artes Visuales es de vital importancia para el Sistema Educativo en todos sus niveles. Su finalidad, como campo de conocimiento para la interpretación y transformación de la realidad, es esencial para la conformación de una ciudadanía crítica y comprometida con su contemporaneidad.

El aprendizaje del lenguaje de las Artes Visuales tiene importantes consecuencias cognitivas, emocionales, socioculturales y vinculares, que posibilitan a las y los estudiantes el desarrollo de una actitud reflexiva y de apertura intelectual, a partir de apropiaciones críticas de saberes y del ejercicio permanente de búsqueda. El desarrollo de la responsabilidad en la función docente de arte como educador, como trabajador profesional y como generador de proyectos de transformación para el mejoramiento de la calidad de vida, es indispensable para la superación de estereotipos discriminatorios de cualquier índole, valorando y respetando la diversidad.

La formación de docentes en Artes Visuales propone el aprendizaje centrado en contextos y formas de producción, canales de circulación, finalidades y discursos visuales, que recorre todo el espectro, desde los formatos tradicionales hasta las propuestas contemporáneas, considerando que el arte como campo de conocimiento puede hacer visibles y proponer otros caminos para la construcción pedagógica, así como también habilitar otros modos de comprender y abordar los paradigmas de nuestra cultura actual.

El aprendizaje del lenguaje de las Artes Visuales al interior de las instituciones educativas prepara a las y los estudiantes para la vida, desarrollando prácticas como el análisis, la reflexión, el cuestionamiento, la sensibilización estética, el juicio crítico, el refinamiento perceptivo, la construcción simbólica, la multiplicidad de miradas, la interpretación sagaz, y en general, para los continuos requerimientos educativos del siglo XXI.

Objetivos de la carrera

Los propósitos formativos son los «lugares» imaginarios a los que se anhela llegar a partir de un recorrido por los distintos espacios curriculares de la carrera, los horizontes, las utopías que guían la elaboración de un proyecto y que pretenden constituirse en orientadores de las acciones del desarrollo curricular.

Con esta categoría se aspira recuperar la intencionalidad utópica de toda práctica pedagógica, diferenciándola de otras nociones (capacidades, competencias, perfiles) que subsumen los proyectos y prácticas educativas exclusivamente a la lógica del mercado, obturando a las propuestas educativas de toda posibilidad de ser dispositivos de transformación.

Se intenta así, evitar la exclusiva preocupación por los «logros», apuntando a la construcción integrada de la formación de docentes desde el paradigma de la complejidad.

Hablar de propósitos implica superar el enfoque “objetivista», pero también especificar las intenciones asumidas y socializadas.

Es desde esta intencionalidad de la formación de docentes, que se espera propiciar el «aprender a aprender» y el «arte de vivir juntos». Donde el «aprender a aprender» supone formar docentes que:

  • Dispongan de una actitud general para plantear y analizar problemas, y de principios organizadores que permitan vincular dichos saberes y darle sentido.
  • Se apasionen con la tarea de enseñar y susciten el deseo de aprender.
  • Enseñen a componer y fragmentar, a investigar y experimentar los dispositivos con que se producen las operaciones creativas del lenguaje; propiciando en estudiantes la búsqueda de saberes y su recreación más que la mera «posesión» de estos.
  • No teman a la incertidumbre y emprendan sus propios procesos de indagación; autoras y autores de su propia enseñanza y de la enseñanza mutua.
  • Exploren y se pregunten, puedan resolver problemas y no escindan los lenguajes artísticos de los científicos.
  • Tengan una mirada filosófica y antropológica que atraviese el currículum superando toda visión fragmentada.
  • Constituyan un cuerpo-ser humano capaz de atraer la mirada sobre sí mismo, trabaje su voz y su postura creando climas, emocionando, abriendo paso a la imaginación y a la solidez de conceptos.
  • Incursionen en las nuevas formas de lo colectivo: una nueva idea de grupo, de equipo, de un hacer donde la producción y el trabajo dialoguen, y el pensamiento se entienda como producción.

Y el arte de vivir juntos significa formar docentes que:

  • Asuman una práctica política “donde la escuela no tenga un adentro y un afuera».
  • Entiendan la profunda raíz política de sus actos, con una comprensión clara de que su hacer (sus prácticas, su organización, sus dichos y actitudes), constituyen «matrices de pensamiento»; «forman» en sus estudiantes un sentido ético y estético; un modo ver la realidad y de actuar en consecuencia.
  • Promuevan una trama de afectos y responsabilidades sin sectarismo; una actitud de complementariedad, por medio del afecto y el respeto por la diversidad, en el marco de una práctica creativa, primordial para comprender e intervenir en la realidad.
  • Establezcan con las y los estudiantes estrategias para significar y dirimir los conflictos orientadas hacia una cultura de paz, desde donde sostener luchas y resistencias.
  • Abandonen en sus modos de evaluar, el criterio del rendimiento o la «piedad», y puedan acompañar el crecimiento de las y los educandos como sujetos; como protagonistas sociales; como ciudadanas y ciudadanos.